martes, 27 de noviembre de 2007

La pena se puso sus alas y volo.

Como cada martes, me senté frente a ese papel
Blanco, mudo, muerto, callado, estéril y triste,
Y me propuse a escribir versos, que cantaran
Mi soledad y dejaran expuestos mis huesos.
Me propuse hablarle al mundo, de tu abandono
De el negro caso omiso que hiciste
A mi rojiza misericordia.
Quería penetrar con mi letra, la tranquilidad de la vida
Poder gritar hasta romperme la voz, que me destrozaste,
Que tu beso envenenado me mató, me quitó los sueños
Y me quebrajaron la esperanza.

Como cada martes, me senté frente a mi memoria.
Me puse frente al espejo y me propuse volver a abrir mis venas:
A que los chorros de sangre pintaran las paredes con mi Historia,
A que el amor se olvidara de mí, que dejara de molestarme
De buscarme, de lastimarme, de herirme, de abandonarme,
De no oír piedad.

Quería golpear con mi letra, a quien pretende buscar mi estabilidad
En aquellas rocas sucias e irregulares que cuelgan de mis ojos.
Quería sacarme las vertebras, abrirme la piel con tu fotografía,
Quería rasguñar la hermosa y tersa piel de tu recuerdo,
Y llorar a viva voz mi miseria, mi sacrificio, mi ardor más agudo.

Como cada martes, me senté frente a tu recuerdo,
Dispuesta a morir, como cada maldito martes,
Pero justo en el momento que el transparente cuchillo de la vida
Iba a desgarrar mi corteza, para entrar a mi corazón,
Me di cuenta que ya no hería tu recuerdo,
Que ya no existes, que ya no importas.

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